"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

domingo, 17 de agosto de 2014

Itaúnas / Salvador - 951 kms de camino polvoriento

El intento de ir a dedo desde Itaúnas hasta Salvador de Bahía fue insatisfactorio. Cuando me separé de Felipe, en las afueras del Pueblo de Arena, me pasé una hora levantando el pulgar en vano. Unos niños que andaban en bici me hicieron algunas preguntas y quisieron ayudarme a parar un auto para pedirle que me llevara, gesto que agradecí pero que desestimé por considerarlo inviable. Al final me tomé el micro de las 11:30 para regresar a Conceiçao da Barra, donde compré algunas provisiones y tomé otro colectivo hasta un cruce, lugar indicado para hacer dedo según los pobladores ("aunque aquí es muy difícil", me previnieron casi todos).

En el cruce tampoco estuvo fácil: al costado de la ruta había una fábrica de la que salían trabajadores que hacían dedo y conseguían viajar rápidamente, además de mujeres y niños que hacían lo propio. Como había ocurrido en aquella eterna estación de servicio de Chaco, el autostop era moneda corriente entre los moradores del lugar, no así para con un foráneo. Pensé que si cambiaba mis pantalones coloridos por un uniforme de la empresa la cosa se me allanaría.

Después de unas 2 horas, probé una nueva táctica: hacer dedo tocando el violín. ¡Dio resultado! Al rato me frenó un camión. Primera carona (así le dicen) en Brasil. El conductor no iba muy lejos: apenas 30 kms más después del límite entre los estados de Espíritu Santo y Bahía. 


Me dejó en una garita emplazada en otro cruce de rutas, donde estuve establecido durante una hora hasta que un auto me llevó hasta el pueblo siguiente,

sábado, 9 de agosto de 2014

Itaúnas - pueblo de arena

Después de viajar durante todo el día, llegamos por la noche a una ciudad llamada São Mateo. A la mañana siguiente continuaríamos rumbo a Conceiçao da Barra, y de allí a Itaúnas, un pueblo costero por el cual Carina tenía particular interés.

En la terminal de São Mateo desplegué el aislante térmico, me metí en mi bolsa de dormir y me dispuse a conciliar el sueño. "Nosotros no tenemos esa práctica de dormir en cualquier lado que tenés vos", me dijeron Los Wilsinhos, que se quedaron sentados, sin atreverse a estirar sus cuerpos en 180°. En ese momento recordé las numerosas estaciones de servicio, aquella comisaría en la frontera entre Ecuador y Perú, y la jaula para vacas del camión de Manolo (entre otros lugares en los que había pernoctado), y pensé que esa terminal era como un hotel de lujo para mí. (Después me contarían que durante la noche un policía, refiriéndose a mi persona, dijo: "pensé que era un mendigo, pero era un hippie").

Llegamos a Itaúnas y descubrimos un pueblito silencioso y tranquilo, de calles de arena y brisa de mar. El nombre del pueblo proviene, en parte, de los accidentes geográficos que conforman uno de sus principales atractivos turísticos: las dunas de arena ubicadas en las afueras del pueblo, a mitad de camino entre éste y el Atlántico.



Wilson & Carina se instalaron en una posada, mientras que yo opté por buscar un camping y terminé en uno de aparentes inclinaciones hinduístas: el Camping Namasté. Estaba totalmente deshabitado;

miércoles, 6 de agosto de 2014

Río de Janeiro - instantáneas de la marginalidad

El paso por la capital carioca fue fugaz.

Ary decidió volver a Buenos Aires por motivos personales.

Wilson, Carina & yo compramos un pasaje a Vitoria, capital del estado de Espíritu Santo, y, como teníamos un par de horas libres hasta la salida del micro, salimos a procurar un lugar relativamente barato donde alimentarnos.


Desde la puerta de la terminal tuvimos la ¿bendición? de contemplar, a cientos de metros, una de las Siete Maravillas del Mundo. Desde las alturas, el Cristo Redentor, ícono ineludible de Brasil, contempando y abrazándolo todo a sus pies, desde las favelas hasta Ipanema y Copacabana.

Almorzamos en un comedor de trabajadores